Peligro en el mediterraneo by Clive Cussler

Peligro en el mediterraneo by Clive Cussler

autor:Clive Cussler
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Ciencia Ficción
editor: www.epubgratis.me
publicado: 1972-12-31T16:00:00+00:00


12

Zacynthus no era en modo alguno lo que Pitt había esperado: a juzgar por su acento, por el cabello pulcramente peinado y por su irrupción intempestiva, Zacynthus era estadounidense.

Transcurrieron unos segundos durante los que Zacynthus escudriñó cada detalle de Pitt y Giordino, antes de volverse lentamente a mirar a Darius, que seguía gimiendo en el suelo. El rostro de Zacynthus mostraba una expresión glacial de elaborada indiferencia, pero el tono de su voz denotó aturdimiento.

—Muy impresionante. No creí que algo así fuera posible. —Miró de nuevo a Pitt y a Giordino, esta vez con una mezcla de desconcierto y admiración—. Ponerle la mano encima a Darius se considera una gran hazaña, incluso para profesionales bien entrenados, pero que un par de perros como ustedes lo hayan derribado es algo casi milagroso. ¿Quiénes son ustedes?

Un relámpago refulgió en los ojos verdes de Pitt.

—Mi compañero es David, y yo soy Jack, el asesino de gigantes.

Zacynthus sonrió cansinamente.

—El día es largo y cálido, y han atacado a uno de mis mejores hombres, así que, por favor, no compliquen más la situación.

—Dirk —murmuró Giordino—, cuéntale el de la ninfómana y el guitarrista.

—Vamos, vamos —dijo Zacynthus como si hablara con niños—. No tengo tiempo para tonterías. Empezaremos por sus nombres verdaderos.

—Que le zurzan —espetó Pitt—. No hemos pedido ser arrastrados hasta aquí por ese chimpancé que se hace llamar Zeno, y tampoco ser vapuleados por este gorila. No hemos hecho nada ilegal. Si desea respuestas de nuestra parte, le sugiero que antes nos las ofrezca usted.

Zacynthus miró a Pitt con los labios apretados.

—Su arrogancia despierta mi curiosidad profesional —repuso con aspereza—. Durante los años que llevo dedicado a la investigación he conocido a muchos criminales astutos y peligrosos. Unos pocos me han amenazado con vengarse, otros han guardado silencio con obstinación inconmovible, y otros se han arrodillado para suplicarme clemencia. Pero usted es diferente. —Blandió la pipa y señaló a Pitt—. Desde luego es usted astuto, sí señor. Me agradará medirme con usted durante el interrogatorio.

Se interrumpió cuando Zeno entró en la habitación. El griego iba a decir algo pero se quedó boquiabierto y su grueso bigote pareció descender sobre el labio superior ante el asombro de ver a Darius hecho un ovillo.

—Por los rayos de Zeus, inspector, ¿qué ha ocurrido?

—Debió advertirle a Darius que llevara más cuidado.

—Se lo advertí —se justificó Zeno—. Pero jamás habría creído que alguien pudiera vencerlo.

—Ésas fueron exactamente mis palabras —dijo Zacynthus mientras vaciaba la cazoleta de la pipa—. Ocúpese de nuestro pobre amigo. Llevaré a estos hombres a mi despacho y decidiré qué destino les espera.

—¿Le parece prudente quedarse a solas con ellos, inspector?

—Creo que saben que nada ganarán con el empleo de la fuerza bruta. —Zacynthus dirigió una sonrisa a Pitt y Giordino—. No obstante, Zeno, esposa la muñeca derecha del pequeño con el tobillo izquierdo de este listillo. No es que sea un método infalible, pero al menos entorpecerá cualquier intento de resistencia.

Zeno sacó un par de esposas de la parte posterior del cinturón, abrió los trinquetes y los colocó, lo que dejó a Giordino en una extraña posición inclinada.



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